viernes, 26 de septiembre de 2008

NADIE PUEDE ELEGIR LO QUE DESCONOCE

Cuanto más desconocidas son las alternativas, más difícil se hace la elección.

Para elegir es necesario conocer, indagar, analizar, relacionar, cuestionar… PREGUNTAR-SE acerca de lo que somos, de lo que deseamos y lo que podemos; de lo que nos rodea, de esa realidad que resulta tan difícil de captar y de proyectar a futuro. Superar el riesgo de apelar a criterios arbitrarios, ajenos, espontáneos, de moda o que simplemente nos resultan familiares y autorizados. En una palabra, informarse.

¿Y qué implica este informarnos? Lo primero que tendremos en cuenta es que no hay información objetiva y unívoca. Que lo que conozco y sé, que los datos que se nos presentan acerca de cómo es el contexto social, cultural y académico, de aquello que decimos que es “la” realidad, se encuentra revestido de significaciones y de asociaciones que son propias y a la vez compartidas por muchos.

Toda información pasa por ese tamiz de la subjetividad. La valoración que cada uno hace de una carrera tiene una gran importancia para quien elige, aún cuando no se presente como una condición bien explícita.

La imagen social de una carrera o de una profesión está formada por lo que creemos de ella/s, por lo que advertimos acerca de su inserción laboral, por el prestigio que la comunidad le asigna y por todos aquellos aderezos que vamos adhiriéndole/s con la certeza de que es una opinión verdadera y unívoca. Así podemos llegar a confundir la idea que traemos con lo que la carrera o profesión es.

Una de las primeras actividades que tendremos que realizar en esta difícil tarea de elegir, es la de “organizar” de alguna manera la realidad que nos circunda y en la que estamos inmersos, como recurso para intentar comprender y redefinir nuestro propio proyecto profesional.

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